Si tuviera que elegir una palabra que me describiera a la perfección, definitivamente no sería PACIENTE. No soy de esas personas que se caracterizan por tener la capacidad de tolerar ciertas cuestiones a lo largo del tiempo sin desesperarse. La verdad, es que incluso me avergüenza un poco decir que, a pesar de no saber exactamente lo que quiero, lo quiero AHORA.
No hay otra explicación lógica para mi comportamiento. Me urge encontrar la solución a los problemas en el mismo momento en que estos suceden. Cuando alguien está en falta conmigo, ruego e imploro que vuelva automáticamente a pedirme disculpas para arreglar las cosas cuanto antes. No me entra en la cabeza como una persona puede tomarse un largo tiempo para aclarar sus ideas o para saber qué quiere hacer de su vida. Claramente, estoy cometiendo un grave error.
Creo que hoy, después de mucho tiempo y desde el sillón de un consultorio, al fin puedo entenderlo. Tras años y años de incomprensión, de sufrimiento y de frustración, comienzo a comprender mis faltas y qué es lo que hace que la gente de a momentos no me soporte.
Lo peor que podría estar haciendo hoy, es esperar que los demás hagan lo mismo que yo haría ante cierta situación. No todos somos iguales. No todos solucionamos los problemas de la misma forma y en el mismo espacio de tiempo. La realidad es que a veces, sólo es cuestión de dejar que las cosas fluyan por sí solas. De no estar esperando el momento justo, de no impacientarse, de no creer que todo va a salir tal como lo planeamos.
Sé que esto no se arregla de un día para otro en una persona. Posiblemente me lleve sesiones enteras e infinitos momentos de reflexión. Pero quiero cambiarlo. Quiero dejar de ser un peso para las personas, quiero dejar de esperar cosas, quiero empezar a disfrutar y que los problemas se arreglen - o no - cuando deban hacerlo. Por primera vez en mi vida, confío en que el paso del tiempo - algo que siempre detesté - podrá enmendar esas cosas que sé que están mal en mi.
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